Las plantas están presentes prácticamente en todos los aspectos de tu día a día, son tu alimento, tu ropa, tu medicina, tu libro, tu perfume… Y sin embargo, la mayoría de las veces no tenemos la menor idea ni siquiera de que aspecto tienen en la naturaleza.
Esta desconexión es enorme, y las consecuencias son mucho más amplias y graves de lo que en un primer momento puede parecer. Entre otras cosas, hace que no valoremos como se merece a la naturaleza, la agricultura o a las personas que trabajan en ella. Pero además, perdemos una parte fundamental de conocimientos básicos, que hasta hace muy poco la mayoría de personas tenía, y con ello, también perdemos poder y autonomía personal.
Por ello hoy me apetece compartir contigo algunas de las experiencias y reflexiones que me han motivado a crear el curso “Regreso al origen” aquí están alguna de las ideas básicas en las que profundizaremos.
Siempre me han gustado las plantas, desde niña me he fijado y he aprendido de ellas, he jugado con las flores y recogido sus semillas. Cuando empecé a estudiarlas de forma profesional, me di cuenta que nunca había visto cómo eran la mayoría de las que usaba. Muchas veces llegan a nosotros como polvos encerrados en botes o cápsulas.
Pero ¿Cómo es realmente es la canela, el cacao o el café?
¿Cómo son sus árboles, sus hojas, su olor?
¿Cómo son en origen, antes de convertirse en polvo esas plantas que usas a diario?
¿Lo has pensado alguna vez?
Yo lo pensé tantas que investigue, y leí libros, y busque fotos y me maraville ante tanta belleza, pero quería más, siempre quiero llegar al fondo.
Esta fue una de mis motivaciones por ejemplo para viajar a India, uno de los grandes vergeles que suministra desde hace miles de años sus tesoros al resto del mundo.
Así que fui a las plantaciones de pimienta y vi como sus enredaderas trepan por los árboles, vi los secaderos y los distintos colores que adquieren sus bayas. Pasee entre las cañas del cardamomo disfrutando de la belleza que tiene el único pétalo de su flor, mastique las hojas del canelo que saben igual que su corteza, vi los pequeños botones de la flor del clavero antes de su recolección o los preciosos colores de las mazorcas del cacao, el mucílago blanco y dulce que cubre las semillas y el color violáceo que tienen según les quitas la piel.
Por supuesto, conocí las grandes plantas ayurvédicas: la triphala, el ashwagandha, el neem, la moringa… Es emocionante ver todo esto, al menos para mí, es como reencontrarte con un viejo amigo, es saber cómo huelen, como saben o como las mueve el viento cuando están «vivas», es impregnarte de un conocimiento profundo, un saber que nunca podrá estar en los libros, ni en Internet… Es ver las manos que las cuidan, la espalda curvada que se inclina hasta el suelo para recogerlas. Es darte cuenta de la gran belleza y generosidad de la tierra, y del enorme trabajo que implica trabajarla con respecto.
Y entonces volví la vista aquí, viajar siempre me trae de vuelta con más fuerza. Empecé a pensar que también había plantas aquí que no aún no había visto. E inmediatamente pensé en el azafrán. Me di cuenta que una de las especias más valoradas a lo largo de la historia, una de las más especiales, la que perfumo el anfiteatro de Roma, estuvo entre los secretos de belleza y seducción de Cleopatra o forma parte destacada de muchas recetas tradicionales no la conocía de primera mano a pesar de estar a pocos kilómetros de donde vivo.
Azafrán de la Mancha
Así que hace unos días fui a Castilla la Mancha y conocer en persona esta pequeña flor que crece a ras del suelo. Un delicado vestido lila encierra los tres estigmas rojo fuego del azafrán. Y me agaché para recogerla, y descubrí esas cosas bonitas que solo se pueden aprender en su presencia. esas cosas que aún no sabía a pesar de llevar años usándolo a diario y estudiándolo, eso que no está en los libros, pero que es el tanto o más importante. Descubrí, por ejemplo, el olor de sus pétalos, nadie habla de lo bien que huelen porque no se usan… El azafrán es mucho más que 3 estigmas que dan color a la paella, es una planta entera con importantes propiedades, es la tierra arcillosa en la que crece, son las manos que la cosechan una a una, la mondan, la tuestan y la envasan de forma totalmente artesanal, con el mimo se lleva haciendo desde hace cientos de años.
Es la cultura y la tradición de todo un pueblo, es ver, que por suerte aun la tierra aun manda y ella decide cuando es el mejor momento para florecer, le da igual si la cuadrilla está durmiendo porque ayer acabo tarde de trabajar, hoy ha florecido aunque no se la esperaba y hay que volver al tajo.
La gente se sorprende porque fui desde Gijón a Villarobledo a ver el azafrán. Pero no se sorprenden tanto cuando les digo que visité cafetales o plantaciones de nuez moscada en Indonesia o fui a Japón en primavera para ver el sakura de los cerezos en flor.
Tenemos una joya en el centro de la península ibérica, que por desgracia poco a nada se conoce. Una joya que cuando florece es digna de abrir telediarios. Aparte del precio de la luz, los desastres naturales, las guerras o las enfermedades, por suerte, la tierra sigue girando, la naturaleza sigue creciendo y los agricultores siguen trabajando día a día para que tú disfrutes del alimento, la ropa, la medicina, el libro o el perfume. Por suerte, aunque no salgan en los telediarios, todos los días hay buenas noticias para quien las quiera ver.
Gracias a todos los que seguís trabajando y cuidando la tierra con respeto. En este caso con especial cariño a la denominación de origen del Azafrán de la Mancha y Azafrán Desbrin y los Caminos del Azafrán.
En la próxima newsletter os enviaré información extra sobre el azafrán, si aún no estas apuntada puedes hacerlo aquí.
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Elena Álvarez, Alma Ayurveda
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