Me fascinan las manos y todo lo que el ser humano puede hacer con ellas.
A lo largo de la historia todas las culturas nos han hablado del poder que encierran. Desde la lectura de las líneas, a su imposición… Si lo analizamos en perspectiva hay conclusiones muy interesantes, pero eso, da para un libro. Lo dejo para otros espacios.
Son una de nuestras diferencias más importantes con los animales. La mente imagina, pero son las manos las que materializan.
Vestigios de las alas que un día tuvimos y que ansiamos recuperar. Con ellas levantamos catedrales, pintamos cuadros, acariciamos o golpeamos. Su poder es enorme.
Las manos, junto con la palabra, son mis herramientas de trabajo. Y ellas mismas también son palabra. Palabra callada que grita alto las verdades que la boca no sabe o no quiere decir. Solo hay que saber escucharlas.
Cuando mis manos tocan el cuerpo de otra persona puedo leer sus bloqueos, emociones, necesidades… Para mi, son los ojos y la lengua del alma, una forma de acceder y soltar bloqueos profundos.
Decidí aprender masaje y otras técnicas corporales porque quería hacer algo solo con mis manos. Sabía el enorme poder de la palabra, pero también estaba experimentado sus engaños y limitaciones. Así que decidí abrirme a otro campo, a otra forma de dar, conocer y enseñar. Una forma menos mental y más conectada al corazón. La unión de ambas aporta una mayor conciencia y da soluciones integrales.
Gracias por leerme
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